jueves, 20 de junio de 2013
miércoles, 19 de junio de 2013
La entrevista al periodista Eduardo Añorve Zapata.
Al ver tus imágenes, conociéndote o sabiendo que eres
pintor, lo primero y más recurrente que piensa la gente es que te has
convertido en un fotógrafo; sin embargo, si uno mira con atención se da cuenta
que, en realidad, en esas imágenes sigue estando el trabajo y las
preocupaciones, los métodos, las técnicas, motivos. incluso, del pintor.
¿Qué dices al respecto?
De acuerdo. La fotografía es una de mis pasiones
acérrimas. No me considero fotógrafo; pero he hecho fotografías desde hace
años, incluso, trabaje para ciertas
instituciones y particulares como fotógrafo. Sin embargo, a medida que
envejezco mis facultades ópticas disminuyen y me es difícil, por ejemplo,
enfocar por el visor. (Problema solucionado ahora, en las cámaras con
pantalla.) La abandoné por un tiempo, pero con cierta recurrencia vuelvo a
ella. Quien piense que me “hice fotógrafo” de la noche a la mañana, yerra
absolutamente. Podría afirmar que mi relación con la fotografía es paralela a
la pintura. Es un medio, un instrumento más, con el fin de hacer arte y en
estos momentos se ha vuelto prioritaria.
Veo y siento el
objeto a fotografiar con los mismos valores
y problemas plásticos a resolver en un
cuadro. Es curioso, ahora que lo pienso, pero raras veces una pintura mía esta
basada en fotografías, no así mis dibujos. Sin duda, hay un pintor detrás del objetivo.
Puede sonar hasta mamífero, pero quiero (queremos) pintar con una cámara.
¿Cómo o por qué utilizar la fotografía para
expresarte?, es decir, ¿cómo nació este proyecto?
En el “Galgo morado” usamos la fotografía para darle
vuelo al ego y documentar nuestra actividad. Es también un auxiliar didáctico.
Con la cámara, por ejemplo, estudiamos composición y podría decir, que
bocetamos con ella. Cuando digo
“cámara”, en muchos casos me refiero a “celulares”, propiedad de los muchachos.
Muchas fotos mías, están tomadas con semejantes artefactos.
“Un estudio
fotográfico del Templo Parroquial de Santiago Apóstol de Ometepec”; nació
circunstancialmente. Rudisael Lara Ibarra, un muchacho de la Colonia Villa
Hidalgo, asiste al taller con su cámara y le gusta apretar el obturador a
diestra y siniestra. Una tarde se le ocurrió fotografiar, desde el pasillo de
nuestro estudio a la iglesia mayor, unos minutos antes que oscureciera. La
imagen con un cielo dorado, pero subexpuesta, me llamó la atención. La procesé
para mejorarla y la subí a “Facebook”. Red social donde difundo el quehacer de
nuestro taller de artes plásticas. Me
sorprendió la cantidad de “me gusta esto” y continué subiendo el material
subsecuente, cada vez con mayor calidad para mi sorpresa. Al percibir la
aceptación, propuse a Rudi, hacer una serie con la intención de exponerla entre
nosotros. Fue entonces que empezamos a trabajar ambos con la cámara. Pedí
permiso a Monseñor Rafael Cortes para
deambular con libertad por el templo y nos fue concedido. Literalmente
acechábamos los cambios del cielo; las variaciones de luz, tanto natural como
artificial. Recorríamos la nave de la iglesia cuando estaba solitaria y nos
trepábamos a la torre, en distintos momentos del día. Por seguridad, evité –y
hubo que detener a Rudi- llegar a la torre sin campanas o caminar sobre la
bóveda principal.
Afirmo
que sin las “puntadas” iniciales del
joven tallerista y la aprobación de la comunidad “facebookera”, nuestra
aventura fotográfica no habría sido.
¿Qué herramientas utilizan para crear sus imágenes?
¿Podrías describir ese proceso?
Dos cámaras
digitales de mediana calidad. Una “Sony “de 10 pixeles, sin mirilla y un
“zoom”, para mí inútil, pues aumenta el ruido desagradablemente. Y una
“Fujifilm” con mirilla y mejor “zoom”, con una leve mejoría de resolución.
Ambas óptimas a luz plena pero deficientes a menor intensidad luminosa. (Y las
fotos que buscamos son casi nocturnas.) Las usamos alternadamente, aunque yo
prefiero la “Sony”, un poco mayor a una caja de cerillos. Evitamos el “zoom” y
nunca recurrimos al “flash”.
Luego de
acopiar las imágenes, las proceso en la computadora con dos programas de la
familia “Photoshop”.Generalmente, están sub o sobrexpuestas, desenfocadas las menos; otras con el color mortecino y
muchas, francamente fallidas. Corrijo lo posible y elimino la basura. Este
trabajo lo realizo con la opinión de Rudi Lara, a quien le pido, por ejemplo,
me ayude a recordar el color mas parecido a la realidad. Trato de no falsificar,
de no exagerar, de manipular lo menos posible. Nuestra intención, no es
documentar sino tocar los territorios del arte.
No fue deliberado. El templo de Santiago Apóstol es la obra
arquitectónica más notable en Ometepec por sus dimensiones y está a… unos pasos
del taller. La veo desde el patio todos los días. Quizá fue el mayor pretexto.
Se dice que “el bosque no deja ver los árboles” y fotografiarlo, me permitió
ver los detalles. Descubrí cierta grandeza en lo que antes me parecía un
edificio grandote. Le dicen “catedral”, por sus dimensiones, por cierto,
olvidando su verdadera dignidad de templo parroquial. Tiene una belleza particular.
Algunas tomas hacen pensar en ciertas ciudades europeas y no es gratuito. Por
decir lo menos, su cúpula está inspirada en la clásica basílica romana de San
Pedro
Lo que a mi me impresiona es el espacio de su interior.
Cierto vacío que hace recordar la austeridad de un mezquita. Y la luz que entra
tamizada, cambiante al transcurrir el día. De noche se ilumina por dentro y –en
ocasiones- por fuera, con un rico juego de luces y sombras provocadas por la
luz artificial.
Fotografiarle fue desafiante. El “flash” está prohibido
porque los destellos decoloran los ornamentos dorados y bueno, no lo usamos en
realidad. La perspectiva siempre aguda, a contra picada y no tuvimos un “gran
angular” u otros lentes que nos permitieran ampliar los encuadres. Para mí,
insistir tanto en el recinto fue un descubrimiento hasta chovinista: ahora lo
veo como el icono por antonomasia de la ciudad.
En cierto modo la fotografía es una abstracción de lo
real; ¿cómo consideras esas imágenes (me refiero a las de la iglesia): meras abstracciones,
postales, etc.?
Lo que menos quisimos hacer son postales turísticas.
Que resultaran bellos paisajes, se debe a los increíbles celajes de aquellos días
y no íbamos a dejar pasar la oportunidad. Una veta de la serie obedece a un
principio: registrar los cambios atmosféricos y el transcurrir del día
alrededor de la iglesia, desde dos perspectivas invariables: el ya citado
corredor y la Escuela de Enfermería. En
segundo lugar, fotografiar a la iglesia en relación a su ubicación en la
ciudad, desde todos los puntos de vista posibles. Y, el templo mismo en su
interior, en su exterior y sus detalles arquitectónicos, ornamentales y de
culto. Esta última intensión es la más seductora para mí y el resultado es, en
mucho, abstracto.
Nos
enfrentamos, en esas fotos, a la visión de un artista, Jaime Ignacio López,
quien es el guía del taller Galgo Morado; ¿se puede hablar de que en estas
imágenes el pintor proyectó sus preocupaciones estéticas?
Sin duda
alguna, pero las comparto con Rudi Lara. Como buen aprendiz bebe de las mismas
fuentes que yo y hace sus propias aportaciones. Algunas fotos las tomamos los
dos en el mismo instante y la elegida a menudo no fue la mía. Cierto es, que el
resultado final pasa por mi filtro, pero procuro respetar sus contribuciones.
Es una obra colectiva, realizada por dos, al alimón. La próxima exposición, la
haremos cada quien con su nombre y el proceso total responsabilidad de quien
firme.
¿No te parece paradójico que la apreciación de su obra
(artística, por supuesto, independientemente del soporte utilizado) esté
dándose hacia el fotógrafo y no hacia el pintor? ¿A que atribuyes este
fenómeno?: la fotografía remite a la realidad al espectador?, ¿el sentido
abstracto o figurativo de tus cuadros es menos “digerible” para el público?, ¿o
qué?
Otro hecho circunstancial. La serie no fue creada para
ser expuesta. Al menos, mas allá de nuestra comunidad. El proyecto mismo se
desbordó. De unas cuanta tomas que pensábamos hacer y agotar el tema, no exagero,
llevamos varios cientos y el motivo es
casi infinito. Algunas las considero ensayos y las retomaremos. Y no hemos
terminado, esperamos la lluvia, los rayos, otros cielos y luces, bañando al edificio
religioso.
Por
supuesto que mis cuadros son menos digeribles. Pero el verdadero problema es
que he pintado poco y en los últimos meses nada. Mi colección de cuadros ya no
me pertenece y todo está a medio hacer en el taller o peor aún, en mi cabeza
esperando. La exposición de Chilapa, la
propuse como una alternativa, por no llenar con mi obra el espacio al que fui
invitado. Por fortuna aceptaron y el resultado es extraordinario. En unos días
será expuesta en Tixtla y al parecer, tiene cuerda para un buen rato. ¿Feliz?
…Como una lombriz ebria. Orgulloso de las fotos y de mi tallerista,
coautor de las mismas: Rudi Lara Ibarra. A quien le quiero hacer un reconocimiento,
no por generosidad sino por elemental y
necesaria justicia. Recuerda el poema, por favor: él es, un “Galgo Morado”.
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